La lista de despropósitos urbanísticos y atropellos al arte arquitectónico es larga en nuestro país. Fabricantes de hormigón en Bizkaia comentan con nosotros el penoso derribo del quiosco de Herriko Plaza. El quiosco de música de Herriko Plaza, conocido popularmente como La Rana, fue inaugurado el 16 de julio de 1964. Su autor, el arquitecto César Sans Gironella, lo diseñó con una innovadora estructura de paraboloide hiperbólico apoyada en dos extremos, que equilibraba sus voladizos y orientaba el mayor hacia el auditorio para optimizar la acústica.

 

El quiosco “La Rana”: de símbolo urbano a demolición innecesaria, pese a su valor arquitectónico

 

Pese a su singularidad, el 13 de agosto de 1997, a las 7:10 de la mañana y sin previo aviso público, el Ayuntamiento de Barakaldo —entonces gobernado en coalición por el PSE y el PNV, con la actual alcaldesa Amaia del Campo como miembro de la corporación— ordenó su derribo. Con ello, se ponía fin a año y medio de debates, contradicciones y sospechas, enmarcadas en una controvertida operación urbanística vinculada al Plan Urban, financiado por la Unión Europea con 1.600 millones de pesetas. Comentamos con unos fabricantes de hormigón en Bizkaia este tipo de actuaciones, que a veces son tan discutidas por lo innecesario de las mismas. Una transformación ilógica que tal vez hoy en día no se hubiera podido hacer.

 

La verdad es que a menudo ocurre que las propias autoridades que levantaron una estructura para uso público, que en su día estaba bien y que podría haberse revalorizado con el tiempo, por su aportación estética, luego son las mismas instituciones que, a veces en posteriores generaciones, aplican la famosa “piqueta” y proceden a las demoliciones de esas mismas estructuras. Y, claro, los vecinos se preguntan por qué hacen esto y el porqué de tanto despilfarro de recursos para construir dos veces y proceder a una demolición con desescombro.

 

 

Una etapa de fuerte actividad urbanística que incluía la construcción del centro comercial Max Center

 

La desaparición de La Rana comenzó a gestarse varios años antes. A mediados de los noventa, el alcalde Carlos Pera Tambo (PSE) anunciaba de forma casi constante nuevos proyectos para transformar Barakaldo. Era una etapa de fuerte actividad urbanística que incluía la construcción del centro comercial Max Center, cuyo desarrollo acabaría en los tribunales por irregularidades de los promotores —Cecomax y Eroski— y por el supuesto intento de cobro de una comisión ilegal de 100 millones de pesetas, presuntamente solicitada por miembros destacados del PSE y del PNV, Floreal Crespo y Juan María Mendizábal. Pese a que los hechos fueron probados, no se dictaron condenas por cuestiones formales.

 

En paralelo, Barakaldo se sumó al programa europeo “Barrios en crisis”. En abril de 1995, el alcalde presentó un plan de 3.160 millones de pesetas para revitalizar el barrio de El Carmen. El proyecto incluía derribos, nuevos viales, recuperación de terrenos degradados, construcción de equipamientos y programas sociales. Pero no necesariamente se tenía que haber derribado la Rana.

 

 

Un aparcamiento subterráneo con unas 500 plazas y un coste estimado de 700 millones de pesetas

 

La reurbanización de Herriko Plaza se integró en ese contexto. Se proyectó un aparcamiento subterráneo con unas 500 plazas y un coste estimado de 700 millones de pesetas, que sería gestionado por la empresa Ormak Egin Construcciones SA. En ese momento, la concejala de Obras Públicas Encarni Villar (PNV) aseguró que la constructora había propuesto conservar La Rana, recordando incluso que el PNV lo consideraba un bien de interés arquitectónico.

 

Pero el 15 de diciembre de 1995, un informe técnico detectó irregularidades en la adjudicación y en el propio proyecto del aparcamiento. El documento advertía además que el quiosco figuraba en el inventario provisional del Gobierno Vasco como patrimonio histórico-arquitectónico y que era la única obra existente en Euskadi del arquitecto Félix Candela, exiliado en México, en colaboración con Sans Gironella. Ante los obstáculos legales, el consistorio —en lugar de descartar la obra— modificó la normativa urbanística para poder llevarla a cabo.

 

Derribo en Barakaldo sin contar con el valor artístico de la estructura

 

El giro definitivo llegó el 8 de enero de 1996, cuando Encarni Villar declaró que el quiosco no estaba protegido formalmente y que podía demolerse. Para entonces, la estructura ya empezaba a mostrar signos de abandono: las placas de cristal traseras se desprendían sin que hubiera labores de mantenimiento. El 2 de octubre de 1996, el Ayuntamiento confirmó que La Rana sería derribada para “recuperar” el aspecto original de la plaza, aunque el nuevo diseño prescindiría de árboles y optaría por un espacio pavimentado. Pese a las peticiones de preservación formuladas por el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro, el autor del proyecto, y la Comisión de Defensa del Patrimonio Arquitectónico de Bizkaia, el equipo de gobierno mantuvo su postura. El alcalde Pera argumentó que el quiosco “no aportaba nada” a Barakaldo y que “distorsionaba” la planificación urbana.

 

El 27 de octubre de 1996 comenzaron las tareas previas con la retirada de vidrieras, alegando riesgos por deterioro. El 23 de enero de 1997, PSE y PNV aprobaron oficialmente la demolición, con la oposición de IU y Herri Batasuna, mientras el PP se abstuvo. El 13 de agosto de 1997, a primera hora de la mañana, las máquinas demolieron La Rana. La fecha y hora exactas se habían mantenido en secreto para evitar protestas.

 

El proyecto del aparcamiento y la nueva plaza arrastró problemas durante años

 

El proyecto del aparcamiento y la nueva plaza arrastró problemas durante años: la constructora Ormak Egin entró en suspensión de pagos, hubo denuncias vecinales por presunto desvío de fondos europeos, las obras se paralizaron durante cuatro meses y finalmente fueron adjudicadas a Viuda de Sáinz. En 2013, la justicia declaró nula la retirada de la concesión a Ormak Egin, obligando al Ayuntamiento a devolverle la gestión e indemnizarla con más de 400.000 euros.

 

La actual plaza, diseñada por Joaquín Montero Basqueseaux, cuenta con una torre del reloj de 21,9 metros revestida en ladrillo y chapa de cobre preoxidado, pavimento de piedra con iluminación por fibra óptica, proyectores y un escenario que tuvo que ampliarse nada más inaugurarse. El coste inicial fue de unos 200 millones de pesetas, a los que se sumaron otros 50 millones un año después por deficiencias. Las obras, que debían durar 14 meses, se prolongaron 33. La inauguración oficial tuvo lugar el 22 de octubre de 1999, seguida de un acto protocolario tres días después, con un gasto de un millón de pesetas en flores y protocolo, y otros 10 millones en la fiesta, que incluyó fuegos artificiales, verbenas y un concierto de Ella Baila Sola.

 

Con ello, se cerraba un capítulo marcado por la polémica, las decisiones políticas y la desaparición de un símbolo arquitectónico que, para muchos, nunca debió caer.